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Florilegios y otras Heterodoxias

INDIGNACIÓN EN CONTRAVÍA

Ayer, en la marcha desde Dosquebradas escuchaba la canción de Quilapayun: “De pie, cantar / el pueblo va a triunfar”… Y sentía una fuerza dentro que brotaba en un grito sostenido y fuerte: … Millones ya, / imponen la verdad… Y vi cientos de pies cruzando el asfalto, llevando consigo el sueño colectivo de la “dignidad”, algunos agitaban los brazos mientras la melodía continuaba: …de acero son ardiente batallón… La marcha era una fila interminable de reclamos contra el gobierno, contra un Estado indiferente a sus ciudadanos y me embargaba un furioso deseo de despotricar contra la injusticia en la que crecen nuestros niños, nuestros ancianos, nuestras esperanzas: …Sus manos van / llevando la justicia y la razón…

La canción retumbo en mis tímpanos el resto del día al igual que la noticia del preacuerdo FECODE – M.E.N. En los veintitantos años que llevo en la docencia he participado de muchos PAROS. Hemos peleado por la Educación Pública, por la reivindicación de nuestros derechos, por salarios dignos, por sindicalistas asesinados, en fin, los motivos sobran cuando el gobierno es tirano. Hemos logrado arrebatarle algunos derechos, hemos ganado algunas peleas; otras las hemos perdido, nos han sancionado, descontado, y hasta vilipendiado. Esa es la dinámica de la lucha sindical: ganar, perder o empatar.

Durante las jornadas vi a los líderes sindicales, aquellos que se han lanzado a la picota pública a enarbolar las banderas de nuestros justos reclamos. Son aguerridos, carismáticos, algunos con mejores discursos, otros con mejores ideas, pero todos con voluntad, con tesón, sin “arrugarse” ante el pulpo político de turno. Aunque no compartamos las ideologías, los dogmas, los intereses, las estrategias, nos unen los mismos propósitos: La lucha frontal contra las políticas educativas y la dignificación de nuestra profesión docente. Allí somos iguales, caminamos hombro a hombro, voz a voz, puño con puño vociferando: “el pueblo unido jamás será vencido”. Y al final, a pesar de los resultados, aunque nos gusten o no, sabemos que la lucha continúa.

Pero esta vez ha sido diferente. He visto rencor en los ojos de algunos maestros, indignación por los logros alcanzados, voces quebradas reclamando la desafiliación, casi todos ellos con una carrera docente no mayor a 12 años. Y fueron mucho más allá, llevaron su derrota al púlpito y declararon su desvergüenza, cínicamente y como niños malcriados reclamaron más de lo conseguido. Y al no obtenerlo, no les quedó más que hacer una pataleta y amenazar y promover una desbandada sindical sin comprender que justamente eso es lo que quiere el Gobierno, es lo que le sirve: DI-VI-DIR-NOS. Me gustaría ver como desde su inexperiencia emprenden una movilización, un pliego de peticiones, una negociación colectiva, incluso, la conformación de un sindicato propio, con los muertos, los kilómetros recorridos, y los manifiestos que se requieren. Tras de qué “enaguas” correrán cuando les lleguen las circulares de los grupos al margen de la ley, cuando se enteren de que los están buscando para “darle de baja”. Un sindicato no es un palabra “señores maestricos en pañales” es una fuerza que se construye con disciplina, con entrega, con sacrificio, con lágrimas (aunque no lo crean). Ustedes llegaron cuando libramos arduas batallas, y nos ganamos las primas, los sueldos a tiempo, las cesantías y hasta el servicio de salud. Para ello mucha piel se tostó bajo el sol, y muchos pies sucumbieron al tiempo, ustedes llegaron y el Estado les cambió las reglas, no nosotros sus compañeros, ni el Sindicato ni la FECODE.

Ustedes llegaron y nosotros empezamos a pelear sus batallas, algunos se acercaron a las organizaciones otros contemplaron los toros desde la barrera siempre con el miedo jugueteando entre sus piernas. Pero con el tiempo han llegado muchos más, han fortalecido la lucha y uno que otro se ha empoderado de ella, ha entendido que es mejor equivocarse haciendo que no hacer nada. Pero no les ha alcanzado la unidad o la voluntad o la indignación para subir a sus propios líderes, maestros con sus mismas realidades y estatuto. Hoy sólo consideraron desquitarse con el Sindicato, la FECODE y hasta con sus compañeros del estatuto antiguo que por cierto necesitan mucho estudio y 21 años como mínimo para ganarse el sueldo que usted obtendría con una maestría y una evaluación de ascenso (que por cierto ya no existe). Jamás había visto tal desproporción, tanta grosería, tanta palabrería junta, tanta indignación en contravía. El enemigo está en otro lado, no se equivoquen, nosotros tan sólo queremos enseñarles a pelear por lo suyo pues nuestros días están contados.

 

Hernán Mallama Roux.

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